Mutarte
martes, junio 21, 2005
  Aira

Justo antes de terminar de escribir la frase, de completar la idea que sobre el misterio de la joven del lago tenía… pensó en Aira. Pensó en ella y sus cabellos dorados que brillaban contra el cristal mientras la observaba beber de la tacita de Té, la noche de la fiesta.
Pensó en ella y en sus piernas largas, forradas en unas medias azules de cachemir, que se perdían por entre esa minifalda como buscando el infinito. Pensó en su sonrisa y en el tono suave de su voz.
Y mientras piensa, con la mirada pegada al techo, suena el teléfono. Y como vuelve en sí, se hace conciente del tic tac tic tac del reloj y de la radio y su murmullo de las últimas tres horas, ese que parece no silenciarse si no desenchufando el cachivache.
¿Que hacer?. ¿Contestar?. O con el cigarrillo pegado a la boca, ver por la ventana los primeros golpes del aguacero contra el cristal. Decidido toma la bocina, que pesa como un putas, de ese teléfono de disco negro y viejo. Al otro lado la voz de ella, toda desesperada en medio del llanto preguntando si debe injerir del bebedizo…

Ahora acaba de recordar que la mujer había sido encontrada, sofocada por el veneno justo antes de alcanzar el lago. Suspira hondo y continua devorando las teclas del ordenador.
 
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Hola:

Llegué acá por casualidad, como reloj atómico. Me llamo Aira, y me gusta este rincón laberíntico.
 
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